¿Se podría considerar el ruido que soportamos de los demás como un ruido de SEGUNDA mano?
Igual que se habla de humo de segundo mano para los fumadores pasivos, ¿hay, también, ruido de segunda mano?
En este artículo reflexionamos sobre un posible paralelismo entre el ruido y el tabaco. Ya en ambos casos se trata de derechos enfrentados y de saber cual es el que prevalece.
Hace ya algunos años un ejecutivo se quejaba de lo ruidosos que se habían vuelto los viajes en tren. En aquel momento se habían popularizado ya los móviles y era frecuente oír varias conversaciones a la vez de otros pasajeros.
Este ejecutivo empleaba el tiempo del viaje para seguir trabajando, y para ello necesitaba concentración y silencio.
Por todo ello hablo con la compañía y les sugirió la idea de poner coches del tren silenciosos; tal como había por aquella época coches de no fumadores.
Aunque hoy día parece una idea de lo más razonable, en aquella época resultaba algo muy novedoso. La compañía de trenes le respondió que esos coches donde estuviesen prohibido el uso de móviles serían una forma de penalizar a los usuarios que hacían un uso responsable de ellos.
Pero al igual que ocurre con el tabaco, el móvil es intrusivo aunque se use de forma responsable. Aunque haya alguien que diga que va a fumar moderadamente, el caso es que va a producir un humo que afectará a los que están alrededor. Y tal y como los cigarrillos producen un humo de segunda mano, se podría hablar de un ruido también de segunda mano.
Nos encontramos ante un presunto conflicto de derechos y libertades. En el caso del tabaco, socialmente hemos llegado a una especie de acuerdo, ratificado por la ley; de que el derecho a fumar no puede imponerse a los que no quieren fumar y también tienen derecho a cuidar su salud.
Parece obvio que si alguien ejerce su derecho a encenderse un cigarrillo en un sitio público cerrrado está obligando a fumar a los otros que estén allí. pisoteando el derecho a no fumar. Dado que no hay cigarrillo sin humo, parece lo más razonable hacer prevalecer el derchos de los que deciden no fumar. Y prohibir por tanto el tabaco en los espacios públicos cerrados.
Este razonamiento que hoy está mayoritariamente aceptado podría aplicarse al ruido. ¿Por qué entonces tienes que prevalecer el derecho a usar el móvíl en un transporte público frente al derecho de los que quieren un ambiente tranquilo que favorezca la concentración y el silencio? En el caso de las bibliotecas lo vemos claro; pero ¿no podría también extenderse a otras zonas públicas de silencio?
Se podría argüir que en el caso del tabaco, hay una demostración estadística de su relación con enfermedades.
✓ El ruido quizá no tenga consecuencias tan funestas como el cáncer, pero ya hay multitud de estudios científicos que demuestran que también conlleva daños graves para la salud